miércoles, 13 de abril de 2011

#eleccionesucm

Hoy mismo, en una conversación sobre las elecciones a rector de la UCM, una compañera de mi residencia que estudia en el campus de San Lorenzo de El Escorial me ha comentado que ha votado al candidato conservador Iturmendi. Al preguntarle por qué lo ha hecho, simplemente me ha dicho que porque su profesor de no se qué asignatura se lo ha dicho. Tras charlar un rato con ella le pregunté que si conocía su programa o el de los demás candidatos, y me respondió que no le “salía del coño” mirarlo y que le daba igual quien ganara.
Con este antecedente y el consiguiente shock que me produjo, me dispuse a votar para elegir el rector de mi universidad. Sin embargo y para colmo de males, cuando estaba a punto de hacerlo, en la misma cola para entregar la papeleta escuché una conversación entre dos amigos que discutían entre votar o salir de la facultad  hacia el centro, donde habían quedado. Su decisión fue evidente, decidieron dar más importancia a una quedada que a la votación de un rector, alegando incluso que ésta estaba amañada, que se sabía quién iba a ganar y que habría un pucherazo.
La votación a la que no acudieron estos dos estudiantes no era en absoluto un tema baladí. Se jugaban decidir el futuro de la universidad tras una gestión irregular por parte del rector anterior, decidir a uno de los dos candidatos que, tras una primera vuelta muy reñida, sería el nuevo rector de la UCM. Esta segunda vuelta de las elecciones se caracterizaba más que nunca por la dualidad ideológica, una pugna entre dos candidatos de diferente ideología, uno progresista, como es Carrillo, y otro conservador, tal y como se autodenomina Iturmendi. Esta disputa entre ideologías y el pasado de cada uno de ellos suscitó una gran polémica (el candidato Iturmendi ha sido calificado por varios medios como un personaje requeté, franquista, extremadamente autoritario y nepotista, mientras que Carrillo por ser hijo del antiguo dirigente del PCE ha sido motivo de rechazo), algo que ha incidido en la dualidad ideológica de los españoles, reabriendo el tan manido debate de las dos Españas. Unos recordaban la matanza de Paracuellos, otros el franquismo y el conservadurismo más excluyente. Sin embargo, no es ésta la polémica que más me preocupa, si bien es cierto que no es para nada desdeñable, sino que es el absentismo y el pasotismo del alumnado el problema más grave que he podido observar durante las elecciones, tal y como plasmo en las anteriores anécdotas. Un desinterés no sólo por la política, sino por todo lo relacionado con la universidad, con el futuro de ésta y con el propio futuro de los alumnos, lo que convierte a este problema en un mal casi endémico. El 14 % de participación del alumnado en la primera vuelta fue la muestra inequívoca de este desinterés, si bien es cierto que la segunda vuelta supone un aumento considerable de este porcentaje, llegando al 21%. Sin embargo, no quiero generalizar ni dar por sentado que todo el alumnado de la universidad es así. Pero lo que es innegable es que el grueso de los alumnos, principalmente los que conozco de primero, no desean involucrarse con la universidad, ni siquiera para votar por su futuro.
Así, es curioso observar que programas como el de Carrillo abogan por una mayor participación del alumnado en la vida universitaria, algo que difiere sustancialmente de la realidad. El alumno no busca más que conseguir una nota y largarse de la facultad; para él las clases son un estorbo que hay que soportar para conseguir aprobar.Los alumnos somos egoístas, no pensamos más que en lo que a nosotros nos atañe, sin percatarnos de que si votamos nuestra decisión puede cambiar las cosas.
Sin embargo, y apoyado en la dulce almohada del escepticismo y el pesimismo (o realismo), pienso que un voto puede cambiar las cosas, pero no puede cambiar esta de indiferencia de un alumnado universitario cada vez más alejado de la realidad que le rodea. 

1 comentario:

  1. Sólo un comentario, aun estando de acuerdo con lo sustancial de tu comentario:

    El veintipocos por cien de alumnos que han votado es sobre matriculados. No hay datos contrastables sobre lo que voy a decir, pero créeme que el número de alumnos que van a clase un día cualquiera (de abril, no de octubre) no pasa, seguramente, del 50%. Así que ese veinte por ciento en realidad yo calculo que debe ser más de la mitad de los alumnos que han pisado los campus hoy.

    Por otro lado, en todo hay una evolución y una primera vez. Y hoy es la primera ocasión que en cualquier elección de alumnos (y yo he visto las de los últimos... quince años, joder qué mayor estoy) en que se ha rebasado ese 20%.

    La sensación, en todo caso, es la que tú describes: pasotismo, superficialidad, etc. Pero se puede mejorar, no es imposible hacerlo.

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