viernes, 20 de mayo de 2011

Honestidad ante la incertidumbre: #democraciarealya


Sin embargo, la objetividad en los medios de comunicación no existe. Se intenta en algunas ocasiones un acercamiento a ella, pero resulta imposible que se materialice al 100%. Tampoco existe en los propios periodistas, ni siquiera en los ciudadanos no periodistas. No existe porque cuando hablamos, comentamos e informamos, de una manera u otra realizamos juicios de valor. Es inevitable, y ocurre cuando seleccionamos una noticia u otra, fotografiamos una cosa u otra, omitimos o exageramos una información según sintonize con nuestra ideología o visión de la realidad. Lo que si que existe de verdad en el periodismo es la honestidad. No es tanto un comportamiento recatado y respetuoso cuanto una forma de ser fiel a la realidad, de informar sobre ella coherentemente teniendo en cuenta todas sus vertientes y diferentes perspectivas. Porque no existe una verdad, ni tampoco una única realidad. Todo tiene matices, nada es bueno ni nada es malo completamente; el maniqueísmo es una forma de ver el mundo que demuestra un profundo desconocimiento. Ni siquiera existe una realidad cierta en lo que respecta al hombre, al ser humano, que no es sino un ser en el que conviven muchos individuos. Pero eso ya es algo que gente como Herman Hesse estudió y dejó por escrito en obras maestras de la literatura.
El fenómeno de la #spanishrevolution ha puesto de manifiesto que no es necesario el periodismo al uso, el periodismo a las órdenes empresariales, para movilizar a la gente. Ha preponderado en este movimiento la honestidad periodística de internet y las redes sociales, principalmente de twitter, ese ágora virtual en el que toda opinión tiene cabida y toda desargumentación es permitida, difundiendo un proyecto ambicioso y cuanto menos idealista que es el de DemocraciaRealYa. Es cierto que detrás de las pantallas de ordenador y de las redes sociales es necesaria una población indignada y verdaderamente dispuesta a salir a la calle; hemos de partir de eso. Pero también es innegable el papel imprescindible que han jugado las redes sociales como difusores de realidad y espejos de ella, como medios honestos y transparentes. Se ha formado alrededor de redes como Twitter una comunidad virtual impresionante, una comunidad estética, tal y como comentaba el sociólogo Zygmunt Bauman – aunque refiriéndose a la televisión- en la que todo el mundo se ha unido bajo la indignación y ha perdido miedo al asociacionismo. Un miedo estúpido y contra natura, un miedo absurdo a opinar, discrepar y razonar – no en vano se habla de Twitter como la red de intelectuales, si bien es cierto que existe en muchas ocasiones una cierta banalización de la información-.
Ya en el siglo XVII, Luis XIV en Francia prohibió el café, ya que se trataba, según la creencia de la época, de una bebida revitalizadora que incitaba a pensar, auspiciando reuniones sobre política y  reuniones asamblearias. Han pasado siglos, pero actualmente sigue existiendo un gran miedo al asociacionismo, aunque en este caso esté interiorizado por el pueblo. Siempre era contrario al liberalismo, al individualismo y al egoísmo extremo de la sociedad. La ciudadanía, pasiva e inoperante, observaba con desdén las decisiones que realizaba la clase política – como si éstos últimos no fueran ciudadanos-, distanciándose cada vez más de ella. Así, el poder no necesitaba nada más que observar cómo la sumisión de sus votantes le beneficiaba; el asociacionismo se había convertido en el enemigo de la libertad. La crisis comunitaria en la que estamos inmersos de un tiempo a esta parte no es un problema único y exclusivo de los políticos, sino que está sustentado férreamente por una población aletargada e indiferente. Se han interiorizado  unos valores de tal manera que existe la creencia de que son los políticos los que actúan y el votante los elige para que lo hagan, olvidando la simple disección etimológica de la palabra democracia: demos (pueblo), cracia (poder).
Este es un gran problema. Y lo que necesita es una gran solución, algo que resulta verdaderamente complicado. La lucha para solventar este asunto requiere la unidad, pero es una lucha frente un enemigo invisible. Antes el pueblo se enfrentaba ante un enemigo común, un déspota – no tan antes, Egipto y Túnez han derrotado a sus “rais” recientemente- o un régimen autoritario. O simplemente se enfrentaba ante un enemigo concreto que tenía unas características concretas. Ahora el enemigo es mucho más difuso. Es invisible, su acción es invisible y su repercusión está aprehendida por la sociedad. Sólo hace falta observar enemigos tales como los mercados, el capitalismo financiero o la especulación, enemigos que pertenecen a nuestro día a día, enemigos en los que “vivimos”.
Así las cosas, el movimiento revolucionario pacifista DemocraciaRealYa – creo que es mucho más acertado llamarlo “los indignados de Sol”, ya que es precisamente la población española indignada la que ha provocado esta catálisis y no únicamente una organización- ha conseguido perder el miedo al asociacionismo y unirse en contra de dichos “Leviatanes” invisibles,  abrazar la verdadera solidaridad, y no la que se anuncia en Coca-Cola, y demostrar que el altruismo no es un mito, sino una realidad en las acampadas de los indignados. Miles de personas colaborando por un bien común, luchando contra una injusticia también común y unidos en un grupo tan heterogéneo como coherente y honesto con sus propuestas. Y aquí es donde quería llegar. El periodismo honesto, que no objetivo, es el periodismo que sale de personas honestas, que creen estar haciendo una función social. Cuando decenas de personas se organizan en un comité de comunicación para difundir todo lo que ocurre en las diferentes acampadas en toda España, están haciendo periodismo honesto. Cuando los miles de simpatizantes de este movimiento escriben sobre él, séase en blogs, twitter, facebook, Tuenti o incluso en las pancartas que llevan a las concentraciones, lo que están haciendo es periodismo honesto. Porque creen en lo que hacen, están ilusionados y creen estar realizando una labor social sin precedentes. Buscan difundir la verdad, sin maquillajes, respetando todas las diferentes realidades, sin recibir nada a cambio. ¿Nada? En absoluto. Reciben a cambio una antorcha que está, al fin, iluminando un futuro que no se veía sólo negro, sino totalmente opaco.

martes, 17 de mayo de 2011

Nobody expects the #spanishrevolution.

Impresionante concentración de población español indignada - porque no se puede calificar de otra forma, aunque muchos busquen en los términos antisistema y perroflauta una forma inútil de criticar- el 17 de Mayo, dos días después de la manifestación DemocraciaRealYa. 
Las fotos demuestran que es un grupo heterogéneo el que protesta, tan heterogéneo como la propia población española. Todos protestábamos pacíficamente, cívicamente. Eramos el reflejo de nuestro país: jóvenes, ancianos, inmigrantes, parados, trabajadores, autónomos, estudiantes. 
No somos mercancías, tampoco somos la turba inamovible y sumisa que acepta los dictados del poder. No podemos aceptar la corrupción que provocan una minoría en detrimento de una mayoría que hasta entonces era pasiva, pero que despierta de su aletargamiento y está indignada, por un motivo o por otro, pero realmente indignada.
No somos perroflautas, no somos antisistema, no somos vándalos y el ser objetores de conciencia no nos convierte en delincuentes. Somos ciudadanos, personas, españoles que lo que buscamos es un cambio que devuelva el poder a la gente, que convierta la palabra democracia en lo que realmente es, el gobierno del pueblo.
Este post está dedicado a todos ellos; lo único que queremos es que se nos escuche, porque, como gritábamos en las consignas, "sin nosotros, no sois nada (los políticos)". 

















                                                                       @ricardodudda
                                                                    Fotos: Ricardo Dudda

lunes, 16 de mayo de 2011

All Hail Obabo.

Desde hace dos semanas escribo en http://diatriba.es/, una revista de actualidad crítica online recien estrenada. Sin embargo, seguiré escribiendo aquí sobre los temas que, o bien no tengan cabida en la otra web, o bien no entren dentro de lo que suelo escribir allí. Intentaré escribir tanto aquí como en diatriba.

Un saludo!


@ricardodudda

jueves, 28 de abril de 2011

Cuando la solución empeora el problema: los menores y Guantánamo.

Las revueltas árabes y la búsqueda de democracia en Oriente Medio llevan de un tiempo a esta parte copando las portadas de unos periódicos en los que durante meses fue protagonista el fenómeno Wikileaks. Sin embargo, las recientes filtraciones sobre Guantánamo reabren una herida que, si bien parecía cerrada, sigue doliendo mucho a Estados Unidos, principalmente tras la decisión de Obama de cerrar dicha cárcel, promesa que aún no ha cumplido.
Dichos papeles ponen de manifiesto las irregularidades y las malas prácticas de una institución penitenciaria que se encuentra en un limbo legal y judicial del que debería desvincularse. Así, la filtración de documentos que afirman detener a algunos presos, entre los cuales se encuentran menores de edad, sin saber a ciencia cierta de qué se los acusa, demuestra no sólo incompetencia sino también una gran falta de ética. El problema de Guantánamo no deber ser únicamente estudiado desde su problema jurídico y el funcionamiento de su sistema penal, sino desde una perspectiva sociológica. Un niño de 15 años, como es el caso del menor de los detenidos, es incapaz de realizar un acto terrorista con la misma frialdad que un adulto, y la solución no es en absoluto encerrarlo. Al hacerlo, lo recluimos y encerramos en un instituto del crimen, como decía el sociólogo Foucault, en el que no sólo no reformará su actitud, sino que se educará en un entorno violento y se radicalizará de tal forma su comportamiento que a posteriori será casi imposible de corregir.
Ni siquiera los argumentos que esgrime el gobierno estadounidense, alegando que Guantánamo cumple la función de sacar información, de maneras poco ortodoxas en muchas ocasiones, sirven para justificar el encarcelamiento de 14 menores en la cárcel más peligrosa del planeta.
Así como el hombre no es violento por naturaleza, sino que es el medio el que condiciona su forma de ser, un niño de 15 años en pleno proceso de maduración no puede vivir en una cárcel rodeado de terroristas y asesinos, algo que resulta contraproducente si lo que verdaderamente se desea es corregir una actitud errónea.




@ricardodudda

domingo, 24 de abril de 2011

Garcells.


El amor por la música, por el cuarto arte, es imprescindible en un buen grupo. Sin él, las sensaciones se desvanecen y lo único que queda es un producto frío, impersonal e incapaz de transmitir un mensaje artístico. Sin embargo Garcells, aun siendo un grupo joven, son capaces de crear música que transmita, que realmente produzca en el oyente sentimientos diversos, principalmente porque realmente aman lo que hacen.
La música que componen bebe de innumerables influencias, desde la delicadeza de Sigur Ros, Explosions in the sky o Mogwai hasta el rock alternativo de Kings of Leon pasando por un indie minimalista e íntimo muy personal y lleno de matices.
Dichas influencias no son nada desdeñabes en la creación de su propio estilo; las utilizan, las moldean y las perfilan a su gusto, creando un sonido ecléctico y diferente, no una mera copia.
Así, el proyecto de Garcells, surgido a principios de 2008 en Murcia con la unión musical de dos hermanos y tres amigos, sigue avanzando. Sus directos complementan la calidad que atesoran en estudio, y su capacidad en tablas les ha permitido tocar en diversas salas de la región, gracias a su insistencia en seguir innovando.Gracias a ello, han conseguido participar con éxito en diversos concursos, tales como Talento en Vivo, de 40 Principales, TalentoSOS, o el prestigioso Creajoven, desmarcándose del grueso de grupos murcianos.
Hablar de Garcells es hablar de talento y de juventud, dos términos que no tienen que ser contrarios cuando lo que predomina es un profundo amor por lo que hacen, por la música que realizan, que olvida su sentido comercial y se convierte en lo que verdaderamente es, un arte. 


Escucha su música.

Sufrimiento y diversión.

Muchos lo llama arte, otros cultura, algunos lo llaman Fiesta, otros afirman que es una tradición con un pasado histórico innegable, y que como tal no debería desaparecer, incluso se ha llegado a denominar como un deporte o una ciencia. Sin embargo, bajo mi punto de vista, la tauromaquia es, y cito a Antonio Gala, una injusticia inexplicable, un atrocinio cruel e innecesario. Su carácter tradicional y su larga historia no justifican su brutalidad; tampoco son argumentos que me eximan de denunciar una práctica que hace apología de una violencia gratuita e inútil desde hace siglos.
No pretendo entrar en cuestiones preferenciales, cada cual es libre de apreciar lo que guste. Puedo aceptar que sus seguidores disfruten con el sufrimiento de un animal, siempre y cuando ellos no estén involucrados en él. Peores filias existen.
Pero lo que no puedo aceptar, y creo nadie debería,  es que un acto como éste sea  protegido y respaldado por las autoridades de un país. La decisión que ha tomado Francia a favor de inscribir esta actividad en su patrimonio inmaterial, independientemente de si esta es o no una maniobra para satisfacer a su electorado, cada vez más influenciado por el Frente Nacional, es una acción que me merece la repulsa más enérgica. Pensar que el siguiente paso es la conversión en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO me resulta tan atroz como impensable. Una organización como tal promueve la paz mediante la cultura, la ciencia y la educación, y convierte en patrimonio aquello que pone de manifiesto la riqueza natural y cultural de toda la humanidad, aquello que supone un hito para el planeta y representa una toma de conciencia con él. Teniendo en cuenta estas premisas, no podría aceptar la inscripción de la tauromaquía dentro de la lista del Patrimonio Mundial.
No supone un avance de libertades, como sostienen algunos. La libertad debe tener unos límites racionales, debe estar condicionada por unos valores éticos que sean superiores a costumbres y tradiciones. Así, la tauromaquia debe ser observada desde una perspectiva pragmática y realista, con cabeza. Es una práctica en la que se mata a un animal para que una audiencia disfrute con ello. No hay trampa ni cartón, es exactamente eso, y ocurre en el siglo XXI.  Es violencia contra los animales, está institucionalizada, y es algo apolítico e independiente de ideologías. Es una cuestión no ya moral, sino ética. Sin embargo, la tradición parece justificarlo, y la indiferencia e inacción de la población española alimentan un problema que no va a cambiar si miramos hacia otro lado y esgrimimos argumentos del estilo de “el que quiera ver los toros que los vea, el que no que se vaya”. Porque quien afirma esto no se da cuenta que estar en desacuerdo con la tauromaquia es igual que estarlo con los totalitarismos o la corrupción política: debería  ser no únicamente un derecho, sino un deber.



@ricardodudda




viernes, 22 de abril de 2011

La venganza en un mundo mejor.

Lo admito, soy un enemigo acérrimo de las traducciones de películas al español. Muchas veces son inexactas, aunque reconozco que es difícil realizarlas coherentemente, principalmente cuando su traducción literal supondría un título absurdo en español. Aun así, me encantaría que conservaran su título original, tal y como ocurre en países escandinavos, donde, también es cierto, el inglés es un idioma mucho más generalizado.
Sin embargo, Haevner (venganza en español) la última película de Susanne Bier, alumna de Dogma 95 cada vez más alejada de dicho movimiento cinematográfico, posee una traducción al español , En un mundo mejor, que, si bien no es literal, representa perfectamente el mensaje que quiere transmitir. Es más, dicha traducción complementa al título en danés, y conjugando el original con ella conseguimos sintetizar a la perfección lo que el film busca representar.

Haevner es una película de venganza, pero no una venganza personal, en la que el personaje, en este caso personajes, vuelca toda su violencia contra el causante de su sufrimiento, sino una especie de protesta irracional y violenta fruto de una inestabilidad emocional.
Los dos protagonistas, dos adolescentes daneses, son víctimas de una educación inadecuada, bien por el fallecimiento de uno de sus padres, bien por la separación de ellos; viven en familias desestructuradas que son incapaces de proporcionar una educación que solvente sus problemas. Así, la desaparición de la figura materna de uno de ellos, y la de la figura paterna del otro, provocan en los dos protagonistas el deseo de venganza ante las injusticias que observan, utilizando la violencia para canalizar una ira que sus primogénitos y su educación se ven incapaces de erradicar. Escapan por los huecos que su educación no ha podido tapar y poco a poco van radicalizando su actitud, hasta llegar a un momento en el que ambos descubren que han llegado demasiado lejos. Éste clímax se alcanza casi al final del largometraje, sin embargo es algo que se espera durante toda la película. Bier utiliza varios recursos simbólicos que alimentan el suspense  y auguran un final trágico, como si de una obra romántica se tratara. El viento, uno de estos recursos, es un elemento constante en la película, un elemento que recuerda al viento de la desgracia de García Márquez, que se filtra por todos lados y vaticina un final patético. Y, en efecto, tras las escenas más dramáticas, el viento, antes violento, deja de tener actor de presencia, mostrando la calma que hay tras la tempestad.

Pero también En un mundo mejor es una película de contrastes, en la que el espectador se plantea si de verdad Occidente es tan diferente del Tercer Mundo, si la violencia existe en el avanzado Occidente, en el supuesto “Estado del Bienestar, y no únicamente en los países subdesarrollados. El padre de uno de los protagonistas, un médico voluntario en un país del África subsahariana en medio de una guerra civil, vive envuelto en una constanre violencia. Violencia física, constante y aparentemente inevitable. Sin embargo, cuando vuelve al mundo civilizado, a la Dinamarca occidental donde vive, descubre que la violencia es común, quizá de otra manera, mucho más sutil, más psicológica e implícita, pero presente. Descubre entonces que su hijo ha sido arrastrado hacia ella, lo ha envuelto en una vorágine agresiva y vengativa, causada principalmente por su ausencia.

Bier ha conseguido con esta película aunar la crítica social y el cine más vanguardista con un toque comercial que la acerque a un público no tan “dogmático”. Ya no marea con la cámara, ha firmado su obra (el movimiento Dogma 95 no cree en la autoría, o por lo menos no lo hacía) y ha conseguido una obra profunda, dramática y bastante realista con la que ha conseguido el Oscar a mejor película extranjera, un premio que creo merecía.
Recomendable.