martes, 7 de septiembre de 2010

La dulce almohada del escepticismo.

Existen acontecimientos de la historia actual en los que, por mucho positivismo que puedas arrojar sobre ellos, si piensas con escepticismo, sueles acertar. La reciente “tregua” de ETA, anunciada el 5 de septiembre de 2010, y las negociaciones entre Abu Mazen y Netanyahu el 2 de septiembre en la Casa Blanca son claros ejemplos de ello.

La historia de Euskadi Ta Askatasuna (ETA), es una historia plagada de treguas, altos el fuego y ceses de actividad que siempre han acabado por romperse con más muertes. Desde que comenzó a asesinar hace 29 años, ETA ha realizado hasta 11 treguas y todas ellas han terminado con nuevos asesinatos, siempre alegando causas externas y nunca aceptando su derrota. Ésta última no es diferente. Sin el apoyo de una Batasuna ilegalizada y con una izquierda abertzale que no acepta el terrorismo como una forma de buscar la independencia, la banda terrorista se encuentra atrapada entre la eficacia policial, la gran labor de busca y captura de sus líderes y “el repudio social de su entorno”, como menciona Pedro J. Ramírez.

Imagen de los tres etarras que informaron de la tregua de ETA
el pasado 5 de septiembre de 2010.
La última tregua, comunicada el 20 de Marzo de 2006, acabó con el atentado en el aeropuerto de Barajas del 30 de diciembre del mismo año. No es posible adivinar si la tregua de ETA será definitiva u ocurrirá como ha ocurrido las once últimas veces (en todas ellas ha vuelto con gran fuerza), pero el problema y la vida de ETA no han terminado en absoluto. La banda “está dispuesta a acordar los mínimos democráticos necesarios para emprender el proceso democrático”, pero, como menciona Pedro J Ramírez, está tomando “oxígeno para volver a atentar”. Así que, pensemos mal y, por desgracia, acertaremos.

Si mantenemos el mismo escepticismo, llegamos al problema palestino-israelí. En Israel ya están acostumbrados a presenciar intentos fallidos de reconciliación con Palestina, y desde la reunión entre el presidente palestino Abu Mazen y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca (y en medio la sonrisa radiante de Hillay Clinton) el pasado 2 de septiembre, la valoración es coincidente entre palestinos e israelíes: un apretón de manos entre Netanyahu y Mazen y una futura citación en Egipto el 15 de Septiembre difícilmente solucionarán un conflicto que conmociona al mundo desde hace 60 años.

Y como la gran mayoría de palestinos e israelíes piensan, ser pesimista en este problema suele siempre conducirte al acierto. Una paz entre ultraconservadores israelíes y extremistas islámicos de Hamás es prácticamente inviable. Ambos son pensamientos extremistas, y aunque se diga que los polos opuestos se atraen, en este caso será verdaderamente complicado magnetizar a ambos.

Netanyahu (derecha) y Mazen (izquierda)
junto a Hillary Clinton (en el centro)
El problema palestino-israelí es un problema de raíces, de religión y de intolerancia. No es aceptable que el sionismo elija un lugar de residencia donde habita una población desde hace cientos de años, por el mero hecho de que allí surgiera el judaísmo.Tampoco lo es que la violencia sea la solución a esto. El conflicto no se puede resolver a no ser que ambas partes demuestren su arrepentimiento por lo ocurrido, que se sienten a hablar y piensen razonadamente. Antes las ranas criarán pelo.
El odio y la aversión que sienten los unos por los otros es
comprensible cuando familiares, hogares y ciudades han sido arrasadas por el país vecino. Un niño que pierde a su familia entera en la primera intifada de 1987 es normal que, cuando crezca, el sentimiento que prevalezca en él sea el de la venganza.
Aún encontrando una solución Netanyahu y Mazen, el odio seguirá intrínseco en los palestinos que perdieron a sus familiares y que sufren la ocupación israelí, en los israelíes víctimas de los atentados de Hamás. Lo único que Palestina, y mayoritariamente Israel debe hacer es recordar, mirar atrás y darse cuenta de los errores, para no volver a cometerlos. Pero como eso no resuelve nada, no salva a las víctimas del fósforo blanco ni destroza la franja de Gaza, entonces seamos escépticos: el agua y el aceite no se pueden mezclar.


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