miércoles, 15 de septiembre de 2010

The Axes of Evil.

Las guerras y conflictos armados en el siglo XXI no gozan del beneplácito de la opinión pública ni de los sectores más progresistas. El hecho de enviar tropas a un país de Oriente Medio, séase Irak o Afganistan como sucede actualmente, donde no existe una guerra abierta pero si un alto riesgo de ataques contra las tropas crea en la población un sentimiento de repulsa.

Esta oposición generalizada de la población comenzó hace ya 40 años, en la guerra de Vietnam, en la que toda la población estadounidense, la prensa y la comunidad internacional en general mantuvieron una actitud de denuncia ante la intervención de EEUU. Fue la peor derrota de la historia estadounidense y el perfecto ejemplo del espíritu de la guerra fría: una constante pugna entre el capitalismo y el comunismo por mantener y expandir su hegemonía.

30 años después se produjo en Nueva York el peor atentado de la historia de Estados Unidos. El 11 de Septiembre de 2001 dos aviones impactaron ante las llamadas torres gemelas de Manhattan, muriendo alrededor de 3000 personas. La respuesta estadounidense no se hizo esperar. La administración Bush no tardó ni siquiera un mes (el 4 de octubre) en comenzar a bombardear Afganistán, donde pretendía derrocar al gobierno talibán y a la organización terrorista Al-Qaeda (comandada por Bin Laden), a la que se le atribuían los atentados del 11-S. La política exterior española, que bajo el mandato de Jose María Aznar mostró clara simpatía por el presidente estadounidense George W. Bush, pronto se unió a la contienda.

Un soldado de la ISAF monta guardia junto a la cárcel de
Herat mientras un niño simula disparar con una pistola /REUTERS
Dos años después la amenaza resultó ser Iraq. Se creía de la existencia de armas de destrucción masiva en éste país (no voy a discutir si era cierto o no) y el gobierno estadounidense veía como una amenaza la dictadura iraquí de Sadam Hussein, por lo que entre marzo y mayo del año 2003 se formó una coalición de países (entre los que se encontraba España) que desembocó en la invasión y la consiguiente guerra de Iraq.
Este conflicto desplazó alrededor de 1.300 soldados españoles, algo que la opinión pública denunció, observando el oportunismo  de Aznar al seguir todos y cada uno de los pasos del presidente Bush, aún sin saber a ciencia cierta el motivo de la invasión. Mientras la oposición socialista apoyó en su momento la guerra de Afganistán, las ideas pro-estadounidenses que apoyaban la guerra de Iraq, lideradas por la ministra de asuntos exteriores Ana Palacio o el presidente del gobierno José María Aznar, encontraron en la oposición un claro enemigo. El secretario general del PSOE, José Luis Rodriguez Zapatero, denunciaba firmemente la guerra de Iraq.
Soldados de la ISAF (Fuerza Internacional de
Asistencia para la Seguridad)/EFE

Tras el atentado terrorista del 11-M en 2004 la situación y el gobierno cambiaron.
Las promesas electorales del PSOE con su nuevo presidente Zapatero se basaban en la retirada de las tropas de Irak, algo que en mayo del mismo año hicieron. Pero la misión de las tropas en Afganistán seguía sin conocerse. Las labores que realizaban eran meramente humanitarias y en raras ocasiones realizaban operaciones para desarticular o eliminar objetivos de Al-Qaeda.
En julio de 2010 una web (Wikileaks) destapó varios “trapos sucios” de la guerra de Afganistán. En pocos de ellos aparece el ejército español, pero la opinión española comenzó a preguntarse si la intervención española en ese país era realmente efectiva o necesaria.
El asesinato en agosto de 2 policías españoles por un policía afgano fue el pretexto que necesitó el país para volverse a preguntar por la misión española en Afganistán.
¿Es realmente imprescindible la intervención española en Afganistán? ¿Es realmente imprescindible que tropas españolas y miembros de la policía nacional instruyan al ejército afgano, donde existen y han existido ataques e insurgencias constantes?

El 15 de septiembre el presidente del gobierno mantuvo firmemente su compromiso de mantener las tropas en Afganistán, valorando la gran responsabilidad y el comportamiento ejemplar de las tropas para establecer el orden y derrocar definitivamente a Al-Qaeda. Después de 9 años mantuvo la postura de que ha merecido la pena y de que no existe el suficiente peligro como para abandonar el país. Además anunció la detención de 4 sospechosos por los asesinatos de policías españoles a manos de afganos.
El Partido Popular, liderado por Mariano Rajoy, no denunció la intervención y estancia de las tropas españolas en Afganistán, como hicieron otros miembros de la oposición (Gaspar Llamazares, líder de Izquierda Unida, realiza una dura crítica a esta guerra, término que el presidente del gobierno evita mencionar), pero pidió al presidente más transparencia y una explicación del objetivo prioritario y la función principal del país en Afganistán.

En noviembre se celebrará una cumbre de la OTAN en Lisboa donde se decidirá el futuro de las tropas destinadas en ese país.
Mientras las tropas en Afganistan realizan una gran labor humanitaria, instruyendo a policías afganos e intentando establecer el orden en el país. Pero, ¿a qué precio?

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