jueves, 4 de noviembre de 2010

La atemporalidad de Charlot.


Estrenada en 1936 y protagonizada por el famoso actor Charles Chaplin, Tiempos Modernos es el claro reflejo de la sociedad obrera estadounidense de principios del siglo XX, tras la segunda revolución industrial del siglo anterior que cambió radicalmente el trabajo obrero.
El protagonista, Charlot[1], papel que encarna en más de una película Charles Chaplin, es un proletario que trabaja sin descanso en una fábrica de acero, hasta que acaba perdiendo la razón. En un arranque de locura escapa de la fábrica y comienza una aventura en la que se ve involucrado en todos los problemas de la sociedad (el paro, las organizaciones sindicales, la huelga, el incremento de la delincuencia), que caracterizan a esta década, posterior a la crisis de 1929. Tras varias etapas en la cárcel por diversos malentendidos (enredos típicos de su humor), conoce a una joven con la que comparte las desgracias de la época. Ambos anhelan un hogar, un trabajo fijo y las facilidades de las clases sociales más pudientes. Finalmente no consiguen su cometido, pero su imaginación les permite disfrutar de las excentricidades de la clase alta, así que no cejan en su intento de conseguir llegar a ese estrato social y poder triunfar en un mundo en el que cada vez resulta más complicado salir adelante.

La crítica social adquiere un papel realmente importante en esta película, y en clave de humor van apareciendo los diversos problemas de la sociedad.
La sátira del trabajo en las fábricas, donde los trabajadores se ven obligados a cumplir estrictamente su obligación sin apenas descansos y con unas condiciones infrahumanas, es una parábola de la precaria situación de los obreros desde la revolución industrial estadounidense. Es esta una denuncia del taylorismo[2] y el fordismo[3], del trabajo obrero en cadena y del aumento de productividad a costa de los trabajadores; en definitiva, una crítica a los modelos productivos de la época, que alienaban a los obreros y les hacían esclavos de su propio trabajo. Este comportamiento, tratado en la película desde una perspectiva humorística, lo observamos en el personaje de Charlot, que enloquece ante la gran responsabilidad que conlleva el cumplimiento eficaz de su trabajo. Un trabajo rutinario, en un espacio muy pequeño y por supuesto no cualificado, sin las herramientos ni las condiciones adecuadas para el perfecto cumplimiento de éste.
Poco a poco los problemas de la sociedad se van hilando y van mostrándose, sin apenas presencia de diálogos que los denuncien, pero evidenciados únicamente con imágenes.
Otro de los pilares sobre los que descansa la crítica social de la película es la denuncia y la puesta en escena de los problemas de la ciudadanía estadounidense.
El protagonista, al salir de la fábrica, se encuentra con un país sacudido por las huelgas y las protestas sindicales, que reivindican mejoras en las condiciones de trabajo de los obreros de las fábricas. También se observa el paro y la pobreza que provocó el crack bursátil de 1929 en Nueva York. Esta crisis se extendió por todo el país, creándose en las afueras de principales ciudades como Los Ángeles, los llamados Hoovervilles, o ciudades de Hoover[4], zonas de chabolas en las que habitaba la población con más escasez de recursos (en una de estas chabolas habita el personaje con su joven compañera).
            La delincuencia es otro de los temas tratados y criticados en la película, siempre desde una visión humorística. Los robos y saqueos a tiendas eran cada vez más comunes y crecieron sustancialmente, como se observa en la película, en la que el protagonista presencia un robo en la tienda en la que trabaja como guardia de seguridad.

La película, al mostrar y denunciar la situación de tan convulsa época, consigue trasladar al espectador la preocupación por ésta, a la vez que realizar una crítica de la mayor crisis a nivel mundial, que no sólo sacudió los cimientos de la economía estadounidense, sino que repercutió enormemente en la sociedad.
Esta crítica también incide en el llamado sueño americano, un sueño en el que la tierra de las oportunidades que es Estados Unidos permite a todos sus habitantes llegar a lo más alto desde la situación más precaria. Lo observamos claramente en el constante intento de los protagonistas por salir adelante y conseguir un trabajo y una vivienda dignos, tras observar la enorme diferencia que existe entre su situación y la de los estratos sociales más pudientes. Es por eso que recrean imaginaria e irónicamente las excentricidades de las clases adineradas, y anhelan constantemente tal situación.
Este sueño americano frustrado encuentra un paralelismo con la obra de teatro Muerte de un Viajante, del escritor norteamericano Arthur Miller, en la que un desesperado hombre se va percatando poco a poco de que no ha conseguido alcanzar el éxito que el llamado “sueño americano” propugnaba. Si bien es cierto que dicha obra data de 1953, la crítica de ese sueño frustrado, de esa incapacidad de llegar a lo más alto, es muy parecida en la película de Chaplin, e incluso se podría trasladar la misma denuncia social a la actualidad. La crisis económica surgida en 2008 tras la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers y la consiguiente expansión de la crisis en todo el mundo, a la que se unen una gran crisis crediticia y de confianza en los mercados, ha provocado en la sociedad una gran frustración general. El paro se ha disparado en casi todos los países afectados por la recesión económica, y, si bien es verdad que la delincuencia no ha llegado al extremo de campar a sus anchas entre la ciudadanía, la sensación de malestar social si que ha repercutido enormemente en ella. Los sindicatos han reaccionado en diversos países, reivindicando por los derechos de los trabajadores, al igual que ocurrió en la crisis de 1929, y varios países, entre los que destacan Francia, Grecia o España han salido a la calle y organizado huelgas para protestar por la situación actual.
La crisis económica de 2008 fue el principal detonante de la mala situación económica y la desazón social que existe actualmente a nivel mundial. Si bien es cierto que no es equiparable la crisis de 1929 con la actual, si podemos llegar a la conclusión de que sus consecuencias, aunque más drásticas las de la crisis bursátil de 1929, son similares, ya que la sociedad en ambas ocasiones se ha visto vulnerada y ha perdido los derechos que anteriormente poseía (con pérdida de puestos de trabajo, de salarios y derechos laborales).



[1] Charlot, el personaje que interpreta Charles Chaplin en la gran mayoría de sus películas, es un vagabundo que siempre acaba involucrado en todo tipo de líos.
[2] El taylorismo, creado por el economista norteamericano Frederick W. Taylor, es un modelo productivo basado en la división de tareas del proceso de producción en una fábrica, todas ellas cronometradas, para conseguir mayor productividad, eficiencia y rentabilidad en el trabajo.
[3] El fordismo, modelo creado por el fabricante de automóviles estadounidense Henry Ford, es principalmente el modelo de producción en cadena, en el que encontramos semejanzas con el taylorismo. En este modelo cada trabajador realiza únicamente una acción, y se especializa en esa misma.
[4] Las ciudades-chabola anexas a las grandes ciudades tomaron este nombre del entonces presidente de los Estados Unidos, Herbert Hoover, al que culpaban los ciudadanos del declive y la desastrosa situación del país.

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