sábado, 5 de febrero de 2011

127 hours

Conmiseración. Se podría decir que esa es la sensación a la que se llega cuando se termina de ver la película “127 hours”. Conmiseración por un hombre que, ajeno a su familia y cercanos, motivado por su propias metas y convetido en un temerario, acaba descubriendo que la aceptación de la realidad, por muy desagradable que sea, es la solución a sus problemas. Conmiseración por un hombre que, siempre ambicioso, cae en el error de serlo demasiado, confiándose de sus capacidades como escalador. Conmiseración por un hombre al que le cae una piedra en el brazo que le inmoviliza, una piedra que le sirve de escarmiento por su actitud pasada, por no haber aceptado que existía más gente a su alrededor, gente que de verdad se preocupaba por él y que podía haberle ayudado. Conmiseración por un hombre que se desvincula del mundo real, de la dinámica de la realidad y acaba atrapado 127 horas pensando en todos los errores que ha cometido.
(Conmiseración también por todos los espectadores, que deben soportar la cara de James Franco no 127 horas (sería inhumano), sino 90 minutos).
Conmiseración, o incluso empatía, por un hombre que evoluciona, como debe ser en las películas, de querer comerse el mundo a bocados a querer comerselo a bocaditos. Las vicisitudes de la vida…

1 comentario:

  1. Muy buena Ricky, esta semana me pasaré a verla por el cine con mi entrada gratis, a ver si alguna señora se desmaya y después es apaleada por una jauría de leones-cebra!

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