miércoles, 13 de octubre de 2010

En attendant Godot

 Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, el mundo y principalmente Europa quedaron sumidos en la más profunda devastación. La población mundial sufrió tras la guerra una enorme crisis moral y social, en la que términos como Paz, Diálogo o Diplomacia habían perdido valor, y los millones de víctimas de la sangrienta contienda pasaron a ser meros datos, números y estadísticas. Europa estaba mal acostumbrada al horror tras cuarenta años de guerras y conflictos. Pero la Segunda Guerra Mundial fue la gota que colmó el vaso de la moralidad europea y mundial, una especie de “hasta aquí hemos llegado”.

Vladimir y Estragón, personajes de la obra de Samuel Beckett “Esperando a Godot”, son el perfecto reflejo de esta sociedad de posguerra. Ambos están perdidos, no saben lo que les deparará el futuro, únicamente basan su vida en la vana esperanza de que un tal Godot les salvará la vida, les indicará el camino adecuado. Pero Godot no llega, y estamos en 1953, en plena guerra fría. Se han formado dos bloques que pugnan por la hegemonía mundial, y la sociedad vuelve a dormir intranquila bajo la amenaza de un enemigo que nunca atacará.
Vladimir y Estragón.
La caída del muro de Berlín en 1989 y la consiguiente desaparición de la URSS dos años después supusieron una nueva etapa, una etapa en la que el capitalismo y el Estado del Bienestar serían los dominantes del mundo. Los países que surgieron tras la desmembración soviética, aunque siguen recuperándose aún de la etapa comunista, adoptaron este modelo como solución a su maltrecha economía y política. El mundo entero, incluso los últimos reductos comunistas como China, con un férreo control de la población, negándole la libertad de expresión, han adoptado el capitalismo como modo económico.
Pero al capitalismo, aun desaparecido su principal enemigo, le ha surgido un nuevo enemigo: él mismo.


Tras la guerra y principalmente tras la desaparición de la Unión Soviética, “los estados del bienestar de la Europa occidental […]proporcionaron los beneficios más generosos jamás concedidos a los trabajadores en ninguna parte”(Christopher Caldwell). Era la solución, el perfecto camino hacia la prosperidad.
Willy Lomann
Pero este sistema comenzó a ser puesto en tela de juicio. No se criticaba el Estado del Bienestar (¿quien puede estar en contra del bienestar?), sino el capitalismo, el modo de vida predominante en el mundo. Éste promulgaba un desarrollo económico próspero sin que se alterara el bienestar social, algo que actualmente se ha demostrado imposible.. Estados Unidos, precursor y máximo defensor del capitalismo observó que no eran capaz de sostener su propio modelo. El Estado del Bienestar promulgaba una igualdad de oportunidades, de derechos y de posibilidad de llegar a la prosperidad. Pero ya Willy Lomann en “Muerte de un Viajante” observó que eso no existía, que estaba perdido y aun habiendo trabajado toda su vida no era capaz de llegar a lo más alto.


60 años después, en pleno siglo XXI y en mitad de la crisis económica más importante del siglo tras el crack del 29, todos los americanos, europeos y defensores del Estado del Bienestar se convierten en Willy Lomann, en personas perdidas que observan que no hay una salida, no hay una manera de salir adelante sin sacrificar todo por lo que lucharon. Estos Willy Lomann se dan cuenta de que no se puede gobernar favoreciendo a todos. Los pilares básicos capitalistas de mantenimiento del empleo, leyes que permitan movilidad y eficacia de la economía estatal, asistencia médica, son derrumbados por los mismos que los edificaron. Estos Willy Lomann se introducen en la obra de Samuel Beckett “Esperando a Godot” y esperan en vano a que Godot les ayude a salvar el Estado del Bienestar. Pero Godot no aparece.

“Mejor un fin con terror que un terror sin fin”



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