viernes, 20 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
Nobody expects the #spanishrevolution.
Impresionante concentración de población español indignada - porque no se puede calificar de otra forma, aunque muchos busquen en los términos antisistema y perroflauta una forma inútil de criticar- el 17 de Mayo, dos días después de la manifestación DemocraciaRealYa.
Las fotos demuestran que es un grupo heterogéneo el que protesta, tan heterogéneo como la propia población española. Todos protestábamos pacíficamente, cívicamente. Eramos el reflejo de nuestro país: jóvenes, ancianos, inmigrantes, parados, trabajadores, autónomos, estudiantes.
No somos mercancías, tampoco somos la turba inamovible y sumisa que acepta los dictados del poder. No podemos aceptar la corrupción que provocan una minoría en detrimento de una mayoría que hasta entonces era pasiva, pero que despierta de su aletargamiento y está indignada, por un motivo o por otro, pero realmente indignada.
No somos perroflautas, no somos antisistema, no somos vándalos y el ser objetores de conciencia no nos convierte en delincuentes. Somos ciudadanos, personas, españoles que lo que buscamos es un cambio que devuelva el poder a la gente, que convierta la palabra democracia en lo que realmente es, el gobierno del pueblo.
Este post está dedicado a todos ellos; lo único que queremos es que se nos escuche, porque, como gritábamos en las consignas, "sin nosotros, no sois nada (los políticos)".
@ricardodudda
Fotos: Ricardo Dudda
lunes, 16 de mayo de 2011
All Hail Obabo.
Desde hace dos semanas escribo en http://diatriba.es/, una revista de actualidad crítica online recien estrenada. Sin embargo, seguiré escribiendo aquí sobre los temas que, o bien no tengan cabida en la otra web, o bien no entren dentro de lo que suelo escribir allí. Intentaré escribir tanto aquí como en diatriba.
Un saludo!
@ricardodudda
jueves, 28 de abril de 2011
Cuando la solución empeora el problema: los menores y Guantánamo.
Las revueltas árabes y la búsqueda de democracia en Oriente Medio llevan de un tiempo a esta parte copando las portadas de unos periódicos en los que durante meses fue protagonista el fenómeno Wikileaks. Sin embargo, las recientes filtraciones sobre Guantánamo reabren una herida que, si bien parecía cerrada, sigue doliendo mucho a Estados Unidos, principalmente tras la decisión de Obama de cerrar dicha cárcel, promesa que aún no ha cumplido.
Dichos papeles ponen de manifiesto las irregularidades y las malas prácticas de una institución penitenciaria que se encuentra en un limbo legal y judicial del que debería desvincularse. Así, la filtración de documentos que afirman detener a algunos presos, entre los cuales se encuentran menores de edad, sin saber a ciencia cierta de qué se los acusa, demuestra no sólo incompetencia sino también una gran falta de ética. El problema de Guantánamo no deber ser únicamente estudiado desde su problema jurídico y el funcionamiento de su sistema penal, sino desde una perspectiva sociológica. Un niño de 15 años, como es el caso del menor de los detenidos, es incapaz de realizar un acto terrorista con la misma frialdad que un adulto, y la solución no es en absoluto encerrarlo. Al hacerlo, lo recluimos y encerramos en un instituto del crimen, como decía el sociólogo Foucault, en el que no sólo no reformará su actitud, sino que se educará en un entorno violento y se radicalizará de tal forma su comportamiento que a posteriori será casi imposible de corregir.
Ni siquiera los argumentos que esgrime el gobierno estadounidense, alegando que Guantánamo cumple la función de sacar información, de maneras poco ortodoxas en muchas ocasiones, sirven para justificar el encarcelamiento de 14 menores en la cárcel más peligrosa del planeta.
Así como el hombre no es violento por naturaleza, sino que es el medio el que condiciona su forma de ser, un niño de 15 años en pleno proceso de maduración no puede vivir en una cárcel rodeado de terroristas y asesinos, algo que resulta contraproducente si lo que verdaderamente se desea es corregir una actitud errónea.
@ricardodudda
domingo, 24 de abril de 2011
Garcells.
El amor por la música, por el cuarto arte, es imprescindible en un buen grupo. Sin él, las sensaciones se desvanecen y lo único que queda es un producto frío, impersonal e incapaz de transmitir un mensaje artístico. Sin embargo Garcells, aun siendo un grupo joven, son capaces de crear música que transmita, que realmente produzca en el oyente sentimientos diversos, principalmente porque realmente aman lo que hacen.
La música que componen bebe de innumerables influencias, desde la delicadeza de Sigur Ros, Explosions in the sky o Mogwai hasta el rock alternativo de Kings of Leon pasando por un indie minimalista e íntimo muy personal y lleno de matices.
Dichas influencias no son nada desdeñabes en la creación de su propio estilo; las utilizan, las moldean y las perfilan a su gusto, creando un sonido ecléctico y diferente, no una mera copia.
Así, el proyecto de Garcells, surgido a principios de 2008 en Murcia con la unión musical de dos hermanos y tres amigos, sigue avanzando. Sus directos complementan la calidad que atesoran en estudio, y su capacidad en tablas les ha permitido tocar en diversas salas de la región, gracias a su insistencia en seguir innovando.Gracias a ello, han conseguido participar con éxito en diversos concursos, tales como Talento en Vivo, de 40 Principales, TalentoSOS, o el prestigioso Creajoven, desmarcándose del grueso de grupos murcianos.
Hablar de Garcells es hablar de talento y de juventud, dos términos que no tienen que ser contrarios cuando lo que predomina es un profundo amor por lo que hacen, por la música que realizan, que olvida su sentido comercial y se convierte en lo que verdaderamente es, un arte.
Escucha su música.
Escucha su música.
Sufrimiento y diversión.
Muchos lo llama arte, otros cultura, algunos lo llaman Fiesta, otros afirman que es una tradición con un pasado histórico innegable, y que como tal no debería desaparecer, incluso se ha llegado a denominar como un deporte o una ciencia. Sin embargo, bajo mi punto de vista, la tauromaquia es, y cito a Antonio Gala, una injusticia inexplicable, un atrocinio cruel e innecesario. Su carácter tradicional y su larga historia no justifican su brutalidad; tampoco son argumentos que me eximan de denunciar una práctica que hace apología de una violencia gratuita e inútil desde hace siglos.
No pretendo entrar en cuestiones preferenciales, cada cual es libre de apreciar lo que guste. Puedo aceptar que sus seguidores disfruten con el sufrimiento de un animal, siempre y cuando ellos no estén involucrados en él. Peores filias existen.
Pero lo que no puedo aceptar, y creo nadie debería, es que un acto como éste sea protegido y respaldado por las autoridades de un país. La decisión que ha tomado Francia a favor de inscribir esta actividad en su patrimonio inmaterial, independientemente de si esta es o no una maniobra para satisfacer a su electorado, cada vez más influenciado por el Frente Nacional, es una acción que me merece la repulsa más enérgica. Pensar que el siguiente paso es la conversión en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO me resulta tan atroz como impensable. Una organización como tal promueve la paz mediante la cultura, la ciencia y la educación, y convierte en patrimonio aquello que pone de manifiesto la riqueza natural y cultural de toda la humanidad, aquello que supone un hito para el planeta y representa una toma de conciencia con él. Teniendo en cuenta estas premisas, no podría aceptar la inscripción de la tauromaquía dentro de la lista del Patrimonio Mundial.
No supone un avance de libertades, como sostienen algunos. La libertad debe tener unos límites racionales, debe estar condicionada por unos valores éticos que sean superiores a costumbres y tradiciones. Así, la tauromaquia debe ser observada desde una perspectiva pragmática y realista, con cabeza. Es una práctica en la que se mata a un animal para que una audiencia disfrute con ello. No hay trampa ni cartón, es exactamente eso, y ocurre en el siglo XXI. Es violencia contra los animales, está institucionalizada, y es algo apolítico e independiente de ideologías. Es una cuestión no ya moral, sino ética. Sin embargo, la tradición parece justificarlo, y la indiferencia e inacción de la población española alimentan un problema que no va a cambiar si miramos hacia otro lado y esgrimimos argumentos del estilo de “el que quiera ver los toros que los vea, el que no que se vaya”. Porque quien afirma esto no se da cuenta que estar en desacuerdo con la tauromaquia es igual que estarlo con los totalitarismos o la corrupción política: debería ser no únicamente un derecho, sino un deber.
@ricardodudda
viernes, 22 de abril de 2011
La venganza en un mundo mejor.
Lo admito, soy un enemigo acérrimo de las traducciones de películas al español. Muchas veces son inexactas, aunque reconozco que es difícil realizarlas coherentemente, principalmente cuando su traducción literal supondría un título absurdo en español. Aun así, me encantaría que conservaran su título original, tal y como ocurre en países escandinavos, donde, también es cierto, el inglés es un idioma mucho más generalizado.
Sin embargo, Haevner (venganza en español) la última película de Susanne Bier, alumna de Dogma 95 cada vez más alejada de dicho movimiento cinematográfico, posee una traducción al español , En un mundo mejor, que, si bien no es literal, representa perfectamente el mensaje que quiere transmitir. Es más, dicha traducción complementa al título en danés, y conjugando el original con ella conseguimos sintetizar a la perfección lo que el film busca representar.
Haevner es una película de venganza, pero no una venganza personal, en la que el personaje, en este caso personajes, vuelca toda su violencia contra el causante de su sufrimiento, sino una especie de protesta irracional y violenta fruto de una inestabilidad emocional.
Los dos protagonistas, dos adolescentes daneses, son víctimas de una educación inadecuada, bien por el fallecimiento de uno de sus padres, bien por la separación de ellos; viven en familias desestructuradas que son incapaces de proporcionar una educación que solvente sus problemas. Así, la desaparición de la figura materna de uno de ellos, y la de la figura paterna del otro, provocan en los dos protagonistas el deseo de venganza ante las injusticias que observan, utilizando la violencia para canalizar una ira que sus primogénitos y su educación se ven incapaces de erradicar. Escapan por los huecos que su educación no ha podido tapar y poco a poco van radicalizando su actitud, hasta llegar a un momento en el que ambos descubren que han llegado demasiado lejos. Éste clímax se alcanza casi al final del largometraje, sin embargo es algo que se espera durante toda la película. Bier utiliza varios recursos simbólicos que alimentan el suspense y auguran un final trágico, como si de una obra romántica se tratara. El viento, uno de estos recursos, es un elemento constante en la película, un elemento que recuerda al viento de la desgracia de García Márquez, que se filtra por todos lados y vaticina un final patético. Y, en efecto, tras las escenas más dramáticas, el viento, antes violento, deja de tener actor de presencia, mostrando la calma que hay tras la tempestad.
Pero también En un mundo mejor es una película de contrastes, en la que el espectador se plantea si de verdad Occidente es tan diferente del Tercer Mundo, si la violencia existe en el avanzado Occidente, en el supuesto “Estado del Bienestar, y no únicamente en los países subdesarrollados. El padre de uno de los protagonistas, un médico voluntario en un país del África subsahariana en medio de una guerra civil, vive envuelto en una constanre violencia. Violencia física, constante y aparentemente inevitable. Sin embargo, cuando vuelve al mundo civilizado, a la Dinamarca occidental donde vive, descubre que la violencia es común, quizá de otra manera, mucho más sutil, más psicológica e implícita, pero presente. Descubre entonces que su hijo ha sido arrastrado hacia ella, lo ha envuelto en una vorágine agresiva y vengativa, causada principalmente por su ausencia.
Bier ha conseguido con esta película aunar la crítica social y el cine más vanguardista con un toque comercial que la acerque a un público no tan “dogmático”. Ya no marea con la cámara, ha firmado su obra (el movimiento Dogma 95 no cree en la autoría, o por lo menos no lo hacía) y ha conseguido una obra profunda, dramática y bastante realista con la que ha conseguido el Oscar a mejor película extranjera, un premio que creo merecía.
Recomendable.
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